NO TIENES QUE REPRIMIR TUS EMOCIONES SOLO GOBERNARLAS

  1. No reprimir, sino gobernar:
  2. No se trata de “matar” la emoción o fingir que no existe.
    • La clave es educarse emocionalmente: reconocer la emoción, comprenderla y decidir cómo expresarla de manera que no destruya, sino que construya.
  3. Lo externo vs lo interno:
    • No siempre puedes controlar las injusticias, abusos o hechos externos.
    • Pero sí puedes controlar tu reacción interna: ahí nace la verdadera libertad emocional.
  4. El papel de la ira:
    • La ira nunca surge de la nada: siempre tiene un motivo, aunque no siempre sea un buen motivo.
    • Puede ser un arranque impulsivo (desde la amígdala, sin filtro racional).
    • O puede ser una ira calculada, alimentada por pensamientos prolongados de injusticia, ultraje o deseos de venganza (ahí interviene la corteza).
  5. El atractivo de la ira:
    • A diferencia de la tristeza, la ira da energía, un sentimiento de fuerza y hasta de “justificación moral”.
    • Esa sensación la vuelve seductora: la mente fabrica argumentos convincentes para estallar, generando la ilusión de que “soltarlo todo” es liberador.
  6. El mito de la catarsis:
    • Goleman explica que “desahogarse con ira” (gritar, golpear, descargar con violencia) no calma realmente, sino que alimenta el circuito de la ira, reforzando esa vía emocional y volviéndola más fácil de activar en el futuro.
    • En otras palabras: dar rienda suelta a la ira, no la vacía, la entrena.

La clave es educarse emocionalmente: reconocer la emoción, comprenderla y decidir cómo expresarla de manera que no destruya, sino que construya.

Lo externo vs lo interno:

No siempre puedes controlar las injusticias, abusos o hechos externos.

Pero sí puedes controlar tu reacción interna: ahí nace la verdadera libertad emocional.

El papel de la ira:

La ira nunca surge de la nada: siempre tiene un motivo, aunque no siempre sea un buen motivo.

Puede ser un arranque impulsivo (desde la amígdala, sin filtro racional).

O puede ser una ira calculada, alimentada por pensamientos prolongados de injusticia, ultraje o deseos de venganza (ahí interviene la corteza).

El atractivo de la ira:

A diferencia de la tristeza, la ira da energía, un sentimiento de fuerza y hasta de “justificación moral”.

Esa sensación la vuelve seductora: la mente fabrica argumentos convincentes para estallar, generando la ilusión de que “soltarlo todo” es liberador.

El mito de la catarsis:

Goleman explica que “desahogarse con ira” (gritar, golpear, descargar con violencia) no calma realmente, sino que alimenta el circuito de la ira, reforzando esa vía emocional y volviéndola más fácil de activar en el futuro.

En otras palabras: dar rienda suelta a la ira, no la vacía, la entrena.

La ira nunca carece de motivo, pero rara vez es un buen motivo. Gobernarla es aprender a transformar su energía en conciencia y acción constructiva, en lugar de caer en su poder seductor. No reprimir, sino gobernar.

Fuente: Marissa Navarrete A.

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